El cuchillo le entró por la ingle y alcanzó la arteria femoral. Alejandro Rafael presagió cierta vez que se convertiría en asesino o en el peor de los casos moriría como en efecto sucedió el domingo en la casa colonial ubicada en el centro de La Vela, cerca de la alcaldía.
«Alguno de los dos va a terminar muerto» sentenció alguna vez Alejandro Rafael Cabrera Pineda, refiriéndose a Egleé, con quien reñía tanto que ya no disimulaban las grescas en público; por eso los veleños se sorprendieron más por la forma del crimen y no por el asesinato, uno de los tres que se han cometido en el municipio Colina en lo que va de mes, aunque primero en el que una mujer figura como victimaria.
«La Negra» o «La Guajira» como conocen en La Vela a la asesina, se declaró fugitiva desde el instante en que le hundió el cuchillo en la ingle al hombre de 49 años durante el penúltimo capítulo de un romance donde las caricias fueron desplazadas por las violencia y la flecha de cupido se transformó en un filoso cuchillo que perforó las bermudas blancas y la ingle del pescador que pasó los últimos años de su vida como mesonero en reconocidos negocios de La Vela.
«La Negra» no esperó ver cómo moría Roberto o al menos jamás creyó que la puñalada que le infligió sería mortal. Lo cierto es que abandonó la casa colonial tan pronto le dio la estocada a su concubino en una de las habitaciones. Aún no está claro su plan de fuga, pero por la premura de irse cuanto antes, lo que cobra fuerza es el haberse escapado en un taxi o carro por puesto que la trasladó a Coro, donde vive.
Alejandro Rafael murió a cuenta gotas. La sangre tiñó de rojo sus bermudas blancas, también sus piernas y el amarillento piso por donde fue marcando sus últimos pasos y por donde la vida se le fue desangrada.
“El Flaco” como le conocían, atravesó el pasillo y aunque seguramente trató de salir de la casa procurando la ayuda de alguien de la calle, la fuerza le alcanzó hasta la antesala del zaguán, cerca de la repisa donde yacían enmarcadas una decena de fotos antiguas, de familiares, entre ellos sus hijos. Roberto se sentó en el sillón a esperar una ayuda que nunca llegó y la sangre, que dejó de llegarle al corazón, terminó anegando el piso.
Quedó sentado y su cabeza, inclinada por el peso, hacia adelante. Así lo encontró uno de sus hijos quien dio parte al resto de la familia, también a los policías que hicieron lo propio con los funcionarios del Cicpc quienes se encargaron de remover el cadáver del hombre que había presagiado que la relación como «La Guajira» tendría un final fatal.
La historia de amor entre «el Flaco» y «La Guajira» aún tiene pendiente un capítulo, el de la justicia. Mientras la familia Cabrera Pineda espera que no quede impune, “la Guajira” hace lo posible para no ir a la cárcel, en la que se dice están dos de sus hijos presos.
Cactus24 (20/07/2016).
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