Resulta increíble ver como los seres humanos hemos reducido el encuentro con el placer e incluso la sexualidad únicamente a la genitalidad. Para la mayoría de nosotros, una vida sexual sana consiste solo en tener orgasmos, perdiéndonos de todo lo que significa una experiencia placentera, donde además de ser responsables de nuestros deseos y estar conectados con todas las sensaciones de nuestro cuerpo, hacemos un sano reconocimiento del otro, permitiéndonos vivir la intimidad de los encuentros, que no solo son sexuales.
Entonces, si no tenemos la capacidad de disfrutar de los placeres sencillos que nos ofrece nuestro cuerpo en relación con el ambiente, ¿cómo esperamos vivir el placer a todo nivel en una relación de pareja? Resultará casi imposible.
Desde hace siglos la idea del cuerpo ha sido asociada al dolor, a la enfermedad y al sufrimiento por lo que, entonces nuestros estilos de vida no se dirigen a sentir agrado con cada cosa con la que nos conectamos, al contrario, sufrimiento, por lo que la única forma de abolir lo anterior es desarrollar la capacidad de sentir placer.
Podemos hacerlo de forma progresiva, tomando conciencia del agrado que experimentamos en situaciones cotidianas, como por ejemplo bañarnos con una temperatura adecuada, acostarnos a dormir, saborear los alimentos, y así cualquier actividad de nuestro día a día, para ir profundizando con realizar las cosas que nos gustan y el contacto con personas queridas y encantadoras.
Se trata de aprender a disfrutar, vivir a plenitud lo que nuestro cuerpo nos da, y así ir integrándonos, nuestras emociones y sentimientos, la afectividad en su totalidad. Estaremos listos para tener un encuentro con el otro que no se base solo en conseguir un orgasmo o ser los mejores en la cama, sino mas bien en el contacto, entrega, un dar y recibir afecto, un vínculo real.
La sexualidad humana es un modo de ser y crecer, es decir no es sólo una expresión de las glándulas endocrinas y de la genitalidad; ni está limitada sólo a la función reproductora sino que abarca la totalidad del ser. Nuestra existencia está impregnada de sexualidad, sin embargo, y a lo largo de la historia la hemos concebido de otro modos, desnaturalizándola en cierta forma, y los mensajes que hemos recibido durante nuestra vida, nos han limitado en la vivencia plena de ella, por lo que tendríamos que revisarnos y entender que son las distorsiones, las ideas que hemos formado acerca de nuestra sexualidad la que muchas de las veces nos angustian o enjuician, en lo que es un proceso natural, una necesidad básica para los seres humanos.
Psic. Irina Faneite
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