Un nuevo estudio muestra que los adultos que jugaron mucho a Pokémon en su infancia desarrollan una zona de su cerebro para responder mejor al visionado de los personajes.
El fenómeno Pokémon fue un gran hito que sigue renovándose a día de hoy, con un total de siete generaciones de estos simpáticos personajes, cuyos creadores se han sabido adaptar perfectamente al cambio de los tiempos.
Sin duda, los Pokémon marcaron una generación de niños, hoy ya convertidos en adultos. Y lo hicieron dejando marcas de verdad, realmente señaladas en los cerebros de quienes hicieron de ellos parte de su vida. Lo ha demostrado recientemente un equipo de científicos de la Universidad de Stanford, en un estudio publicado hoy en Nature Human Behavior.
En el pasado, estudios en monos han demostrado que si estos se exponen a nuevas categorías de objetos a edades tempranas, cuando su cerebro aún es «maleable», una región de este se especializará para responder a ellos en un futuro.
Ante esta premisa, un equipo de psicólogos de la Universidad de Stanford, encabezado por el estudiante postdoctoral Jesse Gómez, decidió comprobar si ocurre lo mismo en humanos. Para ello era necesario diseñar un experimento complicado, pues debía obedecer a una serie de puntos muy concretos. Pero Gómez, uno de esos niños de los 90, lo tuvo claro.
El estudio contó con la participación de once personas, incluidos él (Gómez) y Michael Barnet, gerente de su laboratorio y coautor del estudio.
Todos tuvieron que colocarse dentro de un escáner de resonancia magnética, a la vez que se les mostraban aleatoriamente varias imágenes pertenecientes a Pokémon, tanto del juego como de caricaturas de los mismos. Como cabía esperar, sus cerebros respondieron más a las imágenes de la franquicia japonesa, en comparación con un grupo control que no había utilizado estos juegos durante su infancia.
Además, en todos los casos la zona activada era la misma, un pliegue cerebral ubicado detrás de los oídos, conocido como surco occipitotemporal. Curiosamente, esta región es la que responde habitualmente a las imágenes de animales, algo que se comprende, pues es la imagen de la vida real a la que más se parecen la mayoría de los Pokémon.
La conclusión principal de este estudio, según explican sus autores en un comunicado de prensa, es que nuestros cerebros son capaces de cambiar en respuesta al aprendizaje experiencial desde una edad muy temprana. Esto, como añaden los investigadores en la nota, podría llevar a algunos padres a volverse más reacios a que sus hijos utilicen videojuegos, por miedo a que estos cambien su cerebro. Sin embargo, recuerdan que todos los participantes del estudio a día de hoy son adultos exitosos.
Cactus24 (06-05-2019)
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