Los ocho niños algunos de ellos muy pequeños que sobrevivieron a una emboscada en el norte de México no sólo escaparon de los hombres armados de un cártel del narcotráfico que mataron a sus madres, sino que lograron esconderse entre la maleza y algunos caminaron kilómetros para obtener ayuda pese a tener horribles heridas de bala.
En un ejemplo de la devoción de una madre, una mujer habría escondido a su bebé en el piso de su camioneta Suburban antes de salir del vehículo agitando los brazos para mostrar a los pistoleros que ella no representaba una amenaza. Su cuerpo baleado apareció a unos 15 metros (yardas) del vehículo.
La madre fue uno de los nueve ciudadanos estadounidenses _tres mujeres y seis menores, todos residentes en el norte de México_ que fueron asesinados el lunes cuando pistoleros de un cártel emboscaron a tres camionetas SUV en un camino sin pavimentar. Además de los múltiples agujeros de bala, uno de los autos quedó calcinado.
Las autoridades mexicanas apuntaron que los agresores podrían haber confundido los vehículos con los de una banda rival con la que libran una violenta guerra territorial.
El cártel de Juárez y su brazo armado, conocido como “La Línea”, están librando una despiadada guerra territorial contra una facción del cártel de Sinaloa conocida como “Salazar”.
“Esa fue la percepción que tuvimos, que en el último de los casos, las personas que agredieron a los ocupantes dejaron ir a los menores. Luego entonces, podemos establecer alguna premisa: que no fue una agresión directa” contra las familias, dijo en conferencia de prensa el jefe del Estado Mayor de la Defensa Nacional, general Homero Mendoza.
Mendoza precisó que la emboscada consistió en dos ataques, con dos horas de diferencia en dos lugares a lo largo de la carretera. Dijo que a las 9 de la mañana, una camioneta Chevrolet Tahoe fue alcanzada por balas y se incendió, y que las 11 de la mañana, dos camionetas Suburban _una con la madre y su bebé_ fueron alcanzadas por disparos.
Las autoridades mexicanas usaron un helicóptero militar para llevar a los cinco menores heridos a un hospital en Estados Unidos. En el momento del traslado estaban “estables”, según las autoridades médicas del estado de Sonora.
Otros tres menores que salieron ilesos quedaron a cargo de familiares en la pequeña comunidad de La Mora, en el norte de México.
Según relató una de los familiares, Kendra Miller, uno de los pocos niños que no sufrió heridas fue Devin Blake Langford, de 13 años. El menor rápidamente se hizo cargo de la situación, llegando a caminar 22,5 kilómetros (14 millas) de regreso a La Mora para pedir ayuda.
“Después de presenciar como su madre y sus hermanos morían baleados, Devin escondió a sus otros seis hermanos entre los arbustos y los cubrió con ramas para mantenerlos a salvo mientras iba a buscar ayuda”, contó Miller. “Como tardaba mucho en regresar, su hermana de 9 años dejó a los otros cinco” y se marchó a pedir auxilio.
Esa niña, Mckenzie Rayne Langford, caminó durante horas a oscuras y la encontraron varias horas después de que los demás fueran rescatados. Por un momento, fue dada por desaparecida.
En total, los niños estuvieron solos desde alrededor de las 11:00 de la mañana hasta alrededor de las 7:30 de la tarde, cuando fueron rescatados. Familiares en La Mora intentaron llegar a ellos antes, pero se detuvieron ante los disparos.
En las grabaciones de las llamadas entre los rescatistas, se les puede escuchar discutiendo si era mejor arriesgar más vidas o esperar una hora o dos a la llegada del ejército mexicano. Fue una decisión agónica.
Lo que vieron cuando encontraron a los niños fue aterrador.
Cody Greyson Langford, de 8 años, tenía un disparo en la mandíbula y sangraba de forma abundante. Otra niña sufrió balazos en el pie y en la espalda.
Al parecer, los asesinos eran miembros de La Línea, cuyos sicarios entraron al territorio del cártel de Sinaloa y establecieron un puesto de avanzada armado en una colina y una emboscada carretera arriba. El cártel de Juárez aparentemente quería enviar el mensaje de que controlaba la carretera al estado de Chihuahua.
En este panorama fue en el que se adentraron las madres estadounidenses en sus tres camionetas, pero lo que los familiares quieren que se recuerde no es la crueldad del cártel, sino la valentía, la inocencia y el sacrificio de las víctimas.
Austin Cloes, un pariente de los fallecidos, dijo desde su casa en Salt Lake City que eran buenas personas que amaban a sus hijos y disfrutaban de una vida tranquila en una exitosa plantación de nueces pecanas.
“Este tipo de cosas no deberían pasar desapercibidas”, apuntó Cloes, quien trabaja con jóvenes en situación de riesgo y entrena a un equipo de baloncesto de secundaria. “Y este tipo de personas no deberían ser enterradas sin que sus nombres salgan a la luz. Son grandes personas”.
Las víctimas vivían en el estado mexicano de Sonora, a unos 110 kilómetros (70 millas) al sur de Douglas, Arizona, en la comunidad de La Mora, que se fundó hace décadas por una escisión de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Muchos residentes de la localidad se identifican como mormones pero no están afiliados a ninguna Iglesia.
Todas las víctimas estaban aparentemente relacionadas con la familia LeBarón de Chihuahua, cuyos miembros llevan años enfrentados con los narcotraficantes. Benjamín LeBarón, un activista contra el crimen que creó los patrullajes vecinales contra los cárteles en la localidad, fue asesinado en 2009.
Las autoridades dijeron el martes que un sospechoso fue arrestado en la ciudad fronteriza de Agua Prieta en posesión de varios rifles de asalto, pero luego dijeron que el sospechoso aparentemente no estuvo involucrado en la emboscada. //Información de The Associated Press.
Cactus24 (06-11-2019)
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