“¿Quieres criar a tus hijos con éxito?”, interpela Bill Murphy J.R, autor del libro How to Raise Successful Kids (Cómo criar niños exitosos). La respuesta es simple, aunque a veces difícil de cumplir: “Dales un horario regular para ir a la cama”.
Es que la hora de acostarse puede transformarse en una lucha en cualquier familia, especialmente en las que hay niños más pequeños. Pero, explica Murphy, la ciencia lo respalda: los niños que se acuestan con regularidad a edades tempranas terminan teniendo mejores habilidades matemáticas, de lectura y de conciencia espacial, todo lo cual puede conducir a una cascada de resultados positivos.
La investigación, detalla Inc., se basa en el estudio de 11.000 niños de 7 años en el Reino Unido. Los investigadores del ESRC International Centre For Lifecourse Studies in Society and Health de Inglaterra correlacionaron su rendimiento en las pruebas de evaluación con sus horarios de sueño en la infancia, a los 3, 5 y 7 años, y descubrieron que los horarios irregulares eran más comunes entre los niños de 3 años. A medida que los niños crecían, sus horarios de sueño se hacían más consistentes, pero aquellos cuyos horarios de sueño seguían siendo volátiles eran más propensos a obtener malos resultados en las evaluaciones de lectura, matemáticas y conciencia espacial.
Según un comunicado del University College de Londres, donde se encuentra su centro de investigación, además de estar simplemente cansados, los investigadores teorizaron que la volatilidad de los ritmos corporales y la privación del sueño “socavan la plasticidad del cerebro y la capacidad de adquirir y retener información”.
Todos los niños de este estudio sobre el sueño formaban parte del Estudio de Cohortes del Milenio, que realizó un seguimiento de los niños nacidos en el Reino Unido a partir del año 2000, revela Infobae.
Los Cohortes de Nacimiento Británicas, que son probablemente los estudios longitudinales más completos de la historia de la humanidad, y la fuente de los datos estudiados por los investigadores en este caso. Desde 1946, los investigadores británicos han seguido a más de 70.000 niños desde su nacimiento, anotando todo, desde la cantidad de dinero que sus padres gastaron en artículos de guardería cuando nacieron, hasta sus ingresos y riqueza a los 30 años.
“Por supuesto, tenemos que tener en cuenta a nuestro viejo amigo, correlación contra causalidad”, explica el autor de la columna. Es que, advierte, es muy posible que los niños con horarios de sueño irregulares tengan más probabilidades de compartir otra característica común, o quizá varias, que les lleve a rendir menos en estas evaluaciones.
Tal vez los niños con horarios de sueño irregulares también tienen menos probabilidades de recibir comidas nutritivas de forma regular, o de tener un lugar limpio y cómodo para hacer los deberes. O tal vez sea que los padres que insisten en un horario regular para ir a la cama son también propensos a insistir en otro factor que hemos visto que conduce al éxito de los niños: hacerles realizar tareas.
«Nada de esto ocurre en el vacío”, advierte Murphy. Otro estudio, esta vez de la Universidad de Michigan reveló que entre los adultos -médicos que hacían prácticas en hospitales y que aceptaron registrar sus estados de ánimo y sus patrones de sueño- la hora de acostarse tenía una fuerte relación con los estados de ánimo y los síntomas de depresión.
Los que se acostaban a la misma hora se sentían mejor y mostraban menos síntomas de depresión.
Curiosamente, no importaba si se acostaban por la mañana o intentaban compensar la falta de sueño los fines de semana. Fue la estructura de los patrones de sueño lo que predijo el estado de ánimo, a diferencia de la cantidad o la calidad del sueño.
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