¿Qué dice la ciencia al respecto? Lo cierto es que esta no es una cuestión que se pueda responder con “sí” o “no”, ya que nos adentramos en un campo lleno de matices. Todo depende del tipo de emoción y del constructo estudiado, del contexto, de la manera de medirlo…
Lo que sí sabemos, por ejemplo, según datos de la ENSE (Encuesta Nacional de Salud), es que las mujeres tienen casi el doble de probabilidad que los hombres de sufrir un trastorno mental, aunque los niños más que las niñas.
Por otro lado, según Freeman y Freeman (2013), autores de un estudio en el que se analiza la distribución de los trastornos mentales entre hombres y mujeres en una gran cantidad de países, las mujeres presentan prevalencias más altas de trastornos y tienen más probabilidad que los hombres de sufrir ansiedad y depresión.
La pregunta se puede resolver teniendo en cuenta factores como: el tipo de emoción, la manera de evaluarla, el lugar donde se exprese y otras variables.
Sin embargo, lo cierto es que es prácticamente imposible responder “sí” o “no” a esta cuestión, porque eso sería dicotomizar (“o blanco o negro”) algo que en realidad está lleno de matices.
Así, probablemente la respuesta se encuentre en un mar de grises, es decir, en un punto medio, tal y como afirman Petersen y Hyde (2010) en un metaanálisis sobre la cuestión.
Siguiendo la línea evolutiva
Desde un punto de vista evolutivo, lo cierto es que es muy probable que las emociones entre hombres y mujeres hayan evolucionado de forma distinta. Es muy difícil que las emociones de ambos sexos se hayan desarrollado de la misma forma.
Así lo afirma Vandermassen (2011): “que hombres y mujeres humanos deberían haber evolucionado para ser psicológicamente idénticos, por ejemplo, es una imposibilidad teórica y, de hecho, resulta ser falsa”.
Según un metaanálisis de Else-Quest et al. (2012) sobre las diferencias de sexo en el sentimiento de las emociones “morales”, las mujeres tienden a experimentar más emociones negativas que los hombres, siendo estas emociones la culpa, la vergüenza y la pena (en menor grado).
En otro estudio (Fisher y Manstead, 2000), se encontró que entre las naciones con una equidad de género sociopolítica relativamente mayor, se hallaban diferencias de sexo en la intensidad de la tristeza sentida, el miedo, la vergüenza y la culpa.
Reacción a las experiencias desagradables
Además, las mujeres reaccionan de forma más negativa a las experiencias desagradables que los hombres, al menos en entornos experimentales (Bradley et al., 2001; Chentsova-Dutton y Tsai, 2007; Grossman y Wood, 1993). Pero los estudios van más allá, y es que según Babchuck et al., 1985, Hampson et al., 2006 y McClure, 2000, las mujeres son más capaces de reconocer y procesar mejor las emociones negativas de los demás que los hombres.
Según las hipótesis evolutivas, por ejemplo de Hampson y col. (2006), las mujeres podrían ser más sensibles a todas las emociones, en general, debido a su necesidad de unirse a los hijos. También podrían ser más sensibles a las emociones negativas por la necesidad de reaccionar a las amenazas que implican habilidades físicas.
Es posible que las mujeres tiendan a centrarse más en los sentimientos generados por estos estímulos, mientras que los hombres siguen siendo algo pasivos hacia las emociones negativas, tratando de analizar los estímulos y su impacto.
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