Darnos consuelo y apoyo a nosotros mismos es tan (o más importante) que dárselo a los demás. Sin embargo, estamos más habituados a criticarnos por nuestros errores que a ser empaticos por cada caída y decepción sufrida.
¿Te tratas bien? ¿Te ofreces consuelo de la misma manera que se lo ofreces a los demás? La verdad es que muchos fallamos en estas áreas. No disponer de un aprendizaje solvente y eficaz en técnicas de autoconfort, por ejemplo, eleva, según la ciencia, el riesgo de trastornos de ansiedad o depresión.
Por norma, las personas tendemos más hacia la autocrítica que hacia la autocompasión. Lo hacemos porque nuestra educación y los rígidos cánones de nuestra sociedad nos instan hacia la autoperfección y la infalibilidad. Nos esforzamos por no cometer errores, por ser altamente eficaces, competitivos y en ser los mejores trabajadores, las mejores parejas, los mejores padres, madres, amigos…
Ponemos un listón tan alto a nuestra existencia que no dejamos espacio para la vulnerabilidad, el error, el agotamiento o el fracaso. No es fácil consolarse a uno mismo cuando se mira al propio ser con culpa y no con afecto. No es sencillo cuando nuestra cultura nos ha educado en la necesidad de ser duros con nosotros para alcanzar la preciada —e imposible— perfección.
3 técnicas de autoconfort para darte consuelo cuando lo necesitas
Las técnicas de autoconfort son estrategias psicológicas orientadas a ofrecernos calma, alivio emocional y esperanza. Es trabajar con uno mismo para hallar el mismo bienestar que encontramos al recibir un abrazo ajeno, unas palabras de apoyo de una persona que amamos. Darnos estas caricias emocionales a nosotros también es lícito, necesario y provechoso.
Cuando pasamos por un mal momento siempre es adecuado contar con el consuelo del entorno cercano; sin embargo, no podemos depender en exclusiva de estas fuentes externas. No todo el apoyo que recibe una persona debe venir de su círculo social. También nosotros debemos habilitarnos en darnos confort, soporte, consuelo y validación emocional.
Conozcamos, por tanto, algunas estrategias básicas para dominar este arte tan necesario.
- Aceptar tus emociones incómodas
La Universidad Pontificia Comillas de Madrid, en España, desarrolló una interesante investigación. La terapia focalizada en emociones, por ejemplo, parecer aportar valiosos recursos a los pacientes para que desarrollen habilidades de autoconsuelo. Así, un hecho que aprecian con frecuencia es la dificultad de muchas personas a la hora de aceptar esas realidades internas más incómodas y problemáticas.
La tristeza, la frustración o la rabia por la decepción, los fracasos, o incluso la angustia, son estados que suelen esquivarse. Es más fácil poner el piloto automático y actuar como si estas emociones no existieran.
Por tanto, una de las estrategias de autoconfort más básicas por la que empezar es dejando espacio a lo que duele y validar cada emoción; incluidas las negativas. En ningún caso nos digamos aquello de «esto no es nada, es una tontería que sienta esto o qué rabia me da sentirme así». Aceptemos cada uno de esos estados.
- Autocompasión, la bondad con uno mismo
La psicóloga Kristin Neff es conocida por aportar a la psicología de manera científica un concepto nuclear: la autocompasión. Ser compasivo con nosotros mismos significa dejar de juzgarnos por nuestras deficiencias y errores para aceptarnos de manera incondicional, siendo bondadosos con nosotros mismos.
Ahora bien… ¿qué mecanismos o estrategias nos pueden permitir desarrollar dicha autocompasión? Estos son unos sencillos ejemplos:
Ofrécete tiempo de calidad, descansa, haz lo que te dé paz o satisfacción.
No etiquetes lo que sientes como bueno o malo, no te juzgues por lo que hay en tu interior. Solo abraza la persona que eres aquí y ahora, incluidas esas emociones.
Practica técnicas de relajación para aliviar tensiones, para conectar mejor contigo mismo desde un estado de calma y sosiego.
- Menos autocrítica y más empatía contigo mismo
Otra de las técnicas de autoconfort que podemos desarrollar tiene que ver con apagar la voz del crítico interno. Todos llevamos dentro un juez, que puede ser realmente implacable al no perdonarnos ningún error, sancionándonos por sentirnos vulnerables, etiquetándonos como débiles y menospreciándonos por no ser eficaces y resolutivos.
Para contrarrestar la autocrítica necesitamos ser más empáticos con nosotros mismos. Godfrey T. Barrett-Lennard, profesor de psicología de la Universidad Murdoch (Australia) nos explica algo ilustrativo en una investigación sobre este tema. Es esencial que en psicoterapia se entrene a la persona en esa competencia básica.
La autoempatía nos permite conectar con esa parte de nosotros que sufre, que tiene miedo, que navega en la tristeza y que necesita consuelo. Tenlo presente, si eres de los que no le cuesta nada empatizar con sus amigos o familia… ¿Por qué no haces lo mismo contigo mismo?
Dejar de ser tan severos y exigentes con nosotros mismos nos puede costar. Sin embargo, es necesario que nos entrenemos en el uso de un diálogo interno más bondadoso y empático.
Aceptemos ese bache del destino, ese fracaso, esa pérdida. Démonos consuelo como se lo daríamos a nuestro mejor amigo. Aceptemos también el que nos llega de nuestro entorno, pero nunca, bajo ninguna circunstancia, nos demos la espalda. Seamos el mejor soporte para nosotros mismos.
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