Fue de boca de Hipócrates que se escuchó decir “que tu alimento sea tu medicina”. Pero no es suficiente. Hoy se ha demostrado que nuestros pensamientos son determinantes en nuestra salud. No es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de ella porque del corazón procede, reza el versículo bíblico.
Lo que pensamos afecta nuestro cuerpo. También nuestro cuerpo afecta nuestra mente. La Psiconeuroinmunología encontró que existe una comunicación bidireccional entre nuestra mente y nuestro sistema inmune. ¡La velocidad del pensamiento se estima en unos 400 kilómetros por hora!
Imaginen a nuestro sistema inmune como las fuerzas armadas de un país defendiéndonos de agentes extraños: virus y bacterias. Este sistema puede debilitarse o hacerse ineficiente cuando el cuerpo está estresado, cuando las personas manifiestan continuamente pensamientos negativos como quejas, maledicencias, preocupaciones, discusiones, conflictos. En ocasiones el sistema de defensa puede atacar al propio cuerpo como sucede en las llamadas enfermedades autoinmunes.
Nuestros pensamientos son capaces de activar sustancias químicas segregadas por las glándulas del sistema endocrino. Así entonces, la rabia, el estrés, la ansiedad, el miedo activa la secreción de adrenalina y cortisol. Sustancias que a la larga puede dañar nuestro cuerpo hasta generar cáncer.
Por el contrario, reírnos de un chiste, disfrutar la vida, amar, besar, abrazar, hacer el bien le da una señal a nuestras glándulas para que produzcan endorfinas, oxitocina, entre otras. Estas sustancias promueven el bienestar general; rejuvenecen y perfuman el cuerpo (por eso los bebés huelen rico); nos alejan de las enfermedades; promueven la longevidad (larga vida); atraen la buena suerte; promueven la claridad de pensamiento entre muchos otros beneficios.
Los pensamientos se transforman en química. Una química producida por nuestros laboratorios internos. Esta química puede darnos vida, salud, bienestar o… malestar, sufrimiento, enfermedad. Alargar nuestros días o acortarlos.
Para tratar al enfermo el médico busca suministrar química a través de pastillas, inyecciones, sustancias. Pero si el paciente sigue fabricando químicos internamente (con sus pensamientos) para prolongar el malestar, entonces muy poco se podrá hacer. Por eso todo tratamiento debe ir acompañado de una buena comunicación médico-paciente.
Ya que sabemos que los pensamientos se transforman en química, cuando una persona presenta una enfermedad se busca revisar inmediatamente qué tipos de pensamientos le acompañan; qué asunto emocional no está resuelto y qué agentes externos estimulan estos pensamientos como por ejemplo, el lugar de trabajo o el hogar.
Hoy en día se ha confirmado en estudios serios que los pacientes con una actitud positiva son capaces de curarse más rápido que aquellos que asumen la enfermedad como un destino.
Lic. Indiro Delgado
Máster Trainer en Psicogerencia
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CACTUS24 (21-09-16)
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